Todos
los adolescentes a los 17 años según el Ministerio de Educación deberían
terminar el colegio secundario, es decir cerrar una etapa para iniciar otra
totalmente distinta. Comenzar un camino en donde la maestra ya no va a poner
una estrellita dorada como modo de felicitación al realizar bien una tarea,
donde las tareas no van a ser completar palabritas o resolver un pequeño
crucigrama, donde las cuentas no van a estar cubiertas con un techito de color
correspondiente cada número a decena, centena o unidad.
Empezar
la Universidad no será cosa fácil. Porque ya no estarán los padres tomando a
sus hijos de la mano antes de ingresar o a la salida esperándolos con un fuerte
abrazo y alguna golosina de regalo. No estarán para charlar con la maestra sobre
cómo se está desempeñando en el estudio su hijo/a o expresar su disgusto hacia
la metodología de enseñanza de la maestra o profesora.
Abandonar
a los amigos que comparten algunos desde los tres años es la parte más dura.
Aunque piensen que se seguirán viendo ya no será lo mismo. “No te digo adiós
sino hasta siempre” no es un adiós definitivo a los amigos, es solo un adiós al
compartir cinco horas – o más- todos los días juntos, es un adiós a las horas
libres donde los juegos de cartas, garabatos y graffitis en el pizarrón eran
los protagonistas de risas. Catorce años consecutivos en el mismo colegio.
Recuerdos en cualquier rincón donde se mire. El colegio se vuelve una rutina,
algo cotidiano, y ahora que se termina muchos sienten que no saben ni donde
están parados. Es cómo ser una profesora de Educación Física adentro de un
laboratorio de Química, desorientada, mareada, asustada. Asustados por el hecho
de no poder con todo ya que los contenidos no serán los mismos, asustados por
sentirse como una hormiga al lado de todas esas bestias de personas llenas de
ideas, opiniones concretas e inteligencia. Asustados por crecer y dejar el
jardín, la primaria y el secundario atrás.
Porque
ahora la carrera que uno elija será por elección propia y no por obligación
como hasta ahora ¿Y si no me gusta esta carrera? ¿Y si no es lo mío? ¿Y si me
aburre? Muchos adolescentes se preguntan eso y solo pocos encuentran la
respuesta al tener el diploma en mano.
Ser grandes no es una pavada, es un
desafío que ellos mismos decidirán a lo largo de sus vidas aunque cuenten con
el apoyo de sus padres. El futuro está en sus manos y depende de ellos
aprovecharlo para algo bueno o no. Y aunque hoy tengan que irse no se olvidarán
de su segundo hogar donde vivieron por catorce años y los ayudó a ser las
personas que hoy son.
Egresados Humanidades 2012 ♥
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